lunes, 23 de mayo de 2011

Al otro lado de la eternidad




Esto ya ha ocurrido antes. El fin, los 'fines' del mundo, que han sido predicados y anunciados desde épocas remotas y recurrentemente vuelven para hacernos dudar, para hacernos reír, o para suscitar nuestros temores primitivos. Creyentes o no, seguidores o no de algún credo apocalíptico, evocadores de una redención anunciada ante la decadencia de la civilización actual, el fin del mundo está a la mano. Y no le faltan profetas oficiosos que se apunten entusiastas. Es lo que ha pasado. Seguimos aquí después de todo. Pero el mundo no
es el mismo. Si no, que lo digan los del M-15.
He aquí una crónica de Juan Luis sobre el que habría de ser el último día sobre la tierra. Juzguen ustedes.
También hay un texto de José González sobre los árboles que ya no están en ciertas zonas capitalinas, gracias al progreso y un cuento de Mario Andrés sobre una gallina que conspiró contra sí misma: ¿Señales del fin?



Crónica del fin del mundo


Juan Luis Batista




Cuando desperté ya todo había terminado.

Admito que no cumplí bien mi tarea. Mi función era ver cómo se acababa el mundo el 21 de mayo para luego contarlo en una crónica. Ese fue el encargo del editor de este espacio. Me dijo que fuera descriptivo: quería sentir el fuego final, el maremoto planetario o los coletazos telúricos. Pero me quedé profundamente dormido antes de la hora fatal. No supe realmente lo que pasó.

Sin embargo, me siento en capacidad de contarles el antes y el después del fin del mundo. Al menos como yo lo vi.

El viernes me quedé casi todo el día en casa, trabajé en mi huerto de tomates, espinacas y pepinos, leí los mensajes de twitter y esperé el fin del mundo sin mucha ansiedad. Me sorprendió ver la gran cantidad de mensajes burlándose del alucinado evangélico que calculó la fecha del fin de toda la existencia. El personaje de marras se llama Harold Camping y es descrito por medios de comunicación independientes como alguien estrambótico y fanático. Construyó un imperio multimillonario de medios cristianos, en los que difundió sus predicciones.

Pero no todos se burlaban. En horas de la mañana fui a hacer una diligencia al centro comercial de Albrook. En broma, pedí el último café negro. Al escucharme, la dependiente me reprendió suavemente: “uno nunca sabe, mejor es no burlarse de esas cosas”.

En la tarde me di el placer de ver llover desde la paz absoluta de mi casa, solo acompañado de Dartagñán y Constanza, mis perros. Llovió a cántaros. Entonces, me dijo un amigo por chat, que el fin no sería mediante fuego. “Esta vez prevalecerá el método científico. Será mediante un diluvio; ya se sabe que no falla”.

Otro amigo al que le conté de mi misión me sugirió que empezara la crónica así: “Ayer se acabó el mundo. Todo volvió al principio: ni cielos, ni tierra, ni luz, ni tinieblas…”. Me dio otra idea: “Lector, si usted está leyendo esto es imposible. Hay un error. Envíe de inmediato un correo con su queja al editor”.

Nada de eso me sirvió. Ya saben. Me venció el sueño, esa especie de muerte diaria necesaria para seguir vivos. Solo sé que me dormí mientras veía un programa de Discovery Channel sobre la era del petróleo y de cómo los seres humanos, particularmente los que habitan en el norte del continente americano, malgastamos la energía. No fui testigo del final.

Solo desperté plácidamente. Nada de nada. Todo seguía igual. Me queda la duda aún de si realmente esta no es vida, sino pura imaginación. Me pellizco y me duele. Pero el dolor también puede ser engaño y en realidad no existimos.

Leo las noticias nuevamente. Me entero de que Robert Fitzpatrick, un hombre de Staten Island, Estados Unidos, quien gastó dinero de su bolsillo para hacer publicidad al fin del mundo, dijo a la agencia de noticias AP que estaba sorprendido de que todavía estuviéramos aquí.

Todos ahora le reclaman al tal Harold Camping Él responde que fue un error de cálculo.

Lo que sí no fue un error fue el dinero que se generó detrás de esta campaña mediática. Según CNNMoney, la campaña del fin del mundo en los últimos cinco años habría recogido en donaciones unos 80 millones de dólares. Nada despreciable para un final.

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Había una vez…


José González Pinilla
(Texto y foto)

Estaban allí, sin molestar a nadie. Crecieron y fueron podados por años. En ocasiones eran testigos silenciosos de accidentes vehiculares. También lo fueron del crecimiento acelerado de la ciudad. Crecimiento que también los afectó directamente: fueron derribados a punta de sierra de mano la semana pasada. El desarrollo no tuvo piedad para ellos. Más de cien árboles que crecieron en la isleta de la popular vía Transístmica murieron. Lo que ocurre, dicen los funcionarios de turno, es que por allí pasará la ruta del proyecto bandera del presidente Ricardo Martinelli: el Metro de Panamá. ¡Pobre árboles! Exclaman los conductores cada vez que pasan por el lugar. Aún se pueden ver restos de ramas y hojas de las víctimas silenciosas. Tarde o temprano ocurriría esa tragedia ambiental. Los hermosos árboles ya no
están. Las sombras que daban tampoco. Ahora se ve hasta más clara la avenida, dirán algunos. Pero no durará mucho porque se levantarán allí mísmo columnas de acero y concreto para dar paso al Metro, que empezará desde Los Andes en San Miguelito hasta la Terminal de Transporte de Albrook. Tal vez, en un futuro, le contaré a mi pequeña Vicky que allí, "había una vez… ¡unos hermosos árboles!"
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 Narrativa

Doble decisión



Mario Andrés Muñóz


Abrió con rapidez una y otra vez sus ojos. Estiró sus plumas.Revolvió su nido y se topó sin entusiasmo con las otras gallinas de la granja. Al salir al patio no corrió como todos los días directo a la fuente de alimento. Se quedó como entumecida contemplando su propia sombra. Examinó, dando dos o tres cacareos, la forma que proyectaba en el piso. Era un espécimen grueso, una ave gorda. Comprendió que debía hacer algo. Decidió comer menos. Rechazó esos granos, las lombrices y esas sobras de comida que la señora Emma le depositaba todas las mañanas. Se puso, en cambio, a corretear alrededor del gallinero. Hizo un gran esfuerzo. Rompió su ritmo habitual de comer y echarse a dormir. Un día tras otro se levantaba y se abría paso entre las otras gallinas, que devoraban con ganas su ración, indiferentes a los correteos de su compañera. Brincos, vueltas y pequeños vuelos. En menos de un mes logró lo que buscaba, se sentía más ágil y su sombra mucho más angosta. Estaba orgullosa cuando se comparaba con el resto.

La señora Emma, una señora gruesa, tenía diagnosticada obesidad, alto colesterol y los triglicéridos disparados. Ya era tiempo de reducir el peso, se dijo para sí. El ave corría dentro del espacio de dos metros por cinco. Su dueña se ejercitaba caminando las dos hectáreas y media de su terreno. Una aleteaba, se echaba al suelo y se levantaba. La otra, caminaba y movía con ritmo sus brazos.

Una mañana, la señora Emma se acercó a la verja del gallinero y examinó a sus espécimenes. Recorrió con la vista a todas sus aves, pollitos y gallos. Durante unos minutos miró con curiosidad a los animales. Le dio instrucciones concretas al peón que la acompañaba. Después, a la hora del almuerzo, sentada sola a la cabecera de la mesa, llenaba en su mente de elogios al delicado manjar que saboreaba. "Esta gallinita no tiene nada de grasa", dijo complacida.
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martes, 17 de mayo de 2011

Defensas y ataques



¿Diálogo?




Aristides Cajar Páez

Lo que empezó como una aparente salida improvisada del presidente Ricardo Martinelli, como uno de esos conejos ocultos en el sombrero chistera que de pronto saca un mago de feria para regocijo del público que finge sorprenderse ante el truco conocido, parece estar empezando a tomar forma hacia impredecibles derroteros. Nos referimos al cacareado diálogo entre el gobierno y los periodistas, convocado por el mandatario. Ya monseñor Ulloa dio su aval y las organizaciones y gremios de prensa parecen verlo como algo "positivo". Curioso que la convocatoria al diálogo suceda justo cuando tiene lugar en Panamá  el 43 período extraordinario de sesiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Pero ¿de qué diálogo hablamos? ¿qué es lo que hay que dialogar? Los periodistas nos vemos cada día más arrinconados por las prácticas de un gobierno que parece no reconocer ni respetar del derecho ni la libertad de informar e informarse, de expresarse, de decir, de disentir, que tan caros nos han costado a los panameños, no entiende la crítica ni el cuestionamiento que otras administraciones, sin querernos mucho más que esta, supieron tolerar bastante mejor.
Si alguna cosa buena sale de este ejercicio, pues bienvenida, pero el escepticismo es entendible. Es el gobierno el que tendría que aprender a tolerar, a responder y a manejarse frente a la prensa.Su contrapoder natural, su "perro guardián", como dicen los gringos. No nos finjamos inocencia. Todos sabemos a lo que cada uno juega. Por ello, políticos y periodistas nos metimos en esto. Aceptemos el juego entonces y sepamos jugarlo. No hay nada más de que hablar.

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Periodistas, al banquillo

Esta es la noticia, tal como la recogió el lunes 16 de mayo el sitio de TVN: http://www.tvn-2.com/noticias/noticias_detalle.asp?id=52034 "Justo cuando el gobierno llama a un diálogo por la libertad de expresión tres periodistas son llamados a juicio.  Se trata de un vídeo donde se muestra a un agente en supuestos actos sospechosos y por estos los periodistas; Siria Miranda, Kelyneth Pérez y Eduardo Ling Yueng fueron llamados a juicio por el delito de calumnia e injuria  Esta es la primera vez que sale a la luz el rosto del policía de tránsito que apareció en el video aficionado difundido en 2009.
En sus argumentos, Rosendo Rivera, abogado que ya ha llevado a juicio a otras periodistas arremetió contra los medios y los calificó como manipuladores.
A pesar de los argumentos de la defensa el juez tomó la decisión de llamar a juicio a los tres periodistas de tvn. Entre las pruebas presentadas por la acusación, estaba el testimonio de dos hermanos del policía.. El juicio de los tres periodistas se fijó para el próximo 25 de julio a las 2 de la tarde en el Juzgado Décimo Séptimo de lo Penal".

Si leíste la nota anterior y la encadenaste con esta, ya sabes por donde van los tiros.
No te lo voy a decir.
Piensa.

ACP.
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La resistencia

Gay Talese es uno de esos sobrevivientes de mejores épocas del gran periodismo. Junto a nombres como los de Norman Mailer, Tom Wolfe y otros tantos, fue uno de los que redefinió la forma de contar las cosas en Estados Unidos, algo que se llamó Nuevo Periodismo y también literatura de no-ficción. Ahora, hoy, apela a no perder esos sentidos, a no dejarnos engatusar con el cuento de que las cosas suceden en otra parte, en las redes sociales, por ejemplo, donde se puede hablar mucho y no decir nada, donde la existencia es fantasmal, etéreaa, inmaterial, casi impersonal donde los 'cuentos no literarios' no podrían nunca desplazar a los hechos ordenados y estructurados por unos sentidos ávidos y una mente despierta y lista para capturar su esencia y presentarlos de una forma atractiva e interesante, lo cual hace un verdadero periodista.
Copio dos párrafos de lo que dice el cable de EFE que dice el propio Talese sobre el oficio: "El periodista bien formado es el que va a contar la verdad siempre, y sin ella no se puede vivir. Cuando la gente dice que el periodismo, tal y como yo lo entiendo, está muerto, o que el Nuevo Periodismo no es periodismo, y que las noticias están en Facebook o en los blogs, siento sinceramente que no puede ser, porque sería trágico”, dice el mito de Estados Unidos (EU).

"Talese está en Madrid porque acaba de salir a la calle Honrarás a tu padre, uno de sus libros más simbólicos, que inspiró El Padrino o Los Soprano, y donde aplicó el denominado Nuevo Periodismo –que combina la buena escritura, la literatura con el periodismo–, y que publica Alfaguara, la editorial española que está reeditando su obra".
Esto último no lo sabía. Siempre pensé que la saga de Mario Puzo había salido así de espontánea de su cabeza y vivencias de sus raíces italianas. Y que la serie de tv era un reciclado exitoso. En fin. Lo que importa es lo que dice Talese: "Hay que tener curiosidad, paciencia y perseverancia, pero la cualidad más importante es la paciencia”.
"El autor asegura que el periodista “debe tener imaginación para ver más allá que la mera noticia y el primer ruido. Tiene que querer saber qué es lo que hay detrás porque toda la realidad tiene su lado oculto (...) Mira Bin Laden, creíamos que estaba en las montañas de Afganistán y resulta que vivía a 30 millas de uno de los campamentos militares de la capital (...) Hoy se podría hacer otro libro como el de la mafia, con la familia de Mubarak, en Egipto, sus hijos; su mujer, saber quiénes son”, recalca este periodista que no deja de observar a la persona que está entrevistándole y a todo su entorno".
Aprendamos.

PD: Si quieren leer un libro 'real' y actual sobre la mafia, les recomiendo 'Gomorra' del italiano Roberto Saviano (para los que no lo hayan leído). Es lo que hace un periodista que se mete en el hueso de su realidad para desentrañarla, descifrarla y hacerla reconocible a sus contemporáneos. Otro día hablamos de eso.

ACP
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viernes, 6 de mayo de 2011

Leis



Raúl Leis (LA PRENSA/David Mesa)

Raúl Leis es quizás el intelectual más completo e influyente que tuvo Panamá en los últimos 25 años. Polifacético y prolífico, el colonense es dueño de una amplia obra que abarca desde la literatura hasta el análisis político. Sociólogo, comunicador y educador popular, dramaturgo  y muchas otras cosas más en lo formal, más bien habría que describirlo como sembrador de sueños, cultivador de utopías,  trabajador de la palabra y agente de la esperanza. Hombre sencillo y jovial, Leis murió de una manera estúpida, cuando su alforja de sueños lúcidos aún tenía muchas semillas para sembrar. Una medicina para curar a un hombre sano, le arrebató la vida, justo en un momento en el que el poder político de esta país aplasta sistemáticamente muchos de los sueños  a los que Leis supo dar sustancia y convertir en proyectos colectivos,  sueños de una patria libre, justa, democrática, incluyente, plural y dialogante. Justo cuando era más necesario. Quiere la Cueva rendir un modesto homenaje a  su memoria, con nuestras memorias de él y nuestra consternación y asombro por su partida repentina.

ACP.



1. Demasiada pérdida


Ana Teresa Benjamín

Cuando me llamaron para preguntarme el sábado en la noche si sabía algo de la muerte de Raúl Leis, lo primero que pensé era que se trataba de uno de esos rumores crueles de periodistas. Ya estaba dormida y le comenté por teléfono a mi editor: “Él me dijo que se iba a hacer una operación de cataratas, pero no creo que eso mate a nadie”.

De todas formas, comencé a hacer llamadas. Fue el profesor Juan Jované quien me lo confirmó: “Bueno, sí, efectivamente, Raúl Leis falleció”.

Estoy triste, señores. No voy a mentir y a decir que el profesor Leis y yo éramos amigos; nuestra relación era profesional: yo soy periodista y él era “mi” fuente. Y lo entrecomillo porque Leis era “fuente” de todos quienes quisieran preguntarle, de todos quienes quisiera conversar con él. Si quería una hablar sobre violencia o discriminación, Leis decía: “Claro, cómo no”. Si necesitaba una alguna opinión sobre equidad de género o educación sexual y reproductiva: “Claro, venga a Ceaspa”. Si el tema era educación, su pasión era desbordante y lograba contagiarla. Leis era un maestro en todo el sentido profundo de la palabra, y entrevistarlo era un placer, no trabajo.

Así que cuando Jované me confirmó que ya Leis no existía físicamente, suspiré hondo y lloré. Lloré toda la noche y todo ese fin de semana largo del 1 de mayo. Yo decía: ¿cómo es que se murió Leis? ¿Cómo es que Leis ya no existe? ¿Cómo es que se va a morir él mientras Pérez Balladares sonríe arrogante porque ha sido sobreseido?

Mariela Arce dijo en su funeral que Leis nunca perdió la esperanza en la política honesta; no en esta cosa que acá vivimos. Yo quiero aferrarme a ese optimismo. Quiero aferrarme además a las ¿utopías? del profesor de una sociedad justa en la que se respeten los derechos humanos, en la que los principios valgan más que un buen sueldo, en  donde la cordura y la sensatez primen sobren los prejuicios y los tabúes.

El miércoles 27 de abril lo llamé para pedirle una (otra) entrevista y él me dijo: “Claro que sí. Pero llámeme el martes o miércoles de la próxima semana para ponernos de acuerdo, porque mire que me voy a hacer una operación por cataratas, y aunque el doctor me dijo que era algo sencillo, sí me dijo que debía estar en reposo”.

Pues bien, en mi agenda escribí, en el espacio del martes 3 de mayo: “Llamar al profesor Leis. 6676-2808”. Y el miércoles 4 de mayo, en vez de estar reunida con él para conversar y aprender, estaba en su funeral.


Leis ya no está. Y duele. Y sé que las muchas personas que fueron a despedirlo también lo resienten. Es demasiada pérdida. Es una muerte que no debió ser.

Lo bueno es que, así como en vida estuvo abierto a ayudar a todos, a la hora de su muerte todos estaban allí: artistas, profesionales, trabajadores, estudiantes, grupos afrodescendientes e indígenas, ambientalistas. También los políticos, vaya.

El miércoles 4 de mayo cayó un aguacero rabioso, y no había lugar para estacionar en el Casco Viejo, pero aún así la iglesia Catedral estuvo repleta.