domingo, 26 de junio de 2011

Disculpas y homenajes

La ministra panameña de trabajo Alma Cortés pidió disculpas públicas la semana pasada por los dichos  amenazantes que había proferido días atrás contra el compañero de La Prensa, Santiago Cumbrera por una serie de reportajes que desnudaban las realidades, los intereses y los verdaderos beneficiarios de un programa de empleos para jóvenes que en más de un año había logrado muy poco para colocar a los miles de muchachos que con ansiedad buscaban insertarse en el mercado laboral creyendo en la promesa ruidosa del gobierno. Las disculpas llegan tarde y no suenan sinceras. Es más, conociendo el estilo matonero de la señora ministra es de sospechar que estas disculpas son más bien una maniobra de cálculo político para no dañar más la maltrecha imagen del gobierno (labor en la que ella ha sido bastante eficiente, por cierto) y lograr algún rédito. La abogada, responsable de prender este país hace ya un año con los disturbios más graves y trágicos de los últimos 20 años, en Bocas del Toro, no suele dar puntada sin dedal. Más nos vale a los periodistas no creer en gestos que más bien parecen morisquetas y permanecer muy atentos a los movimientos que seguirán.


Aristides Cajar Páez

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Mejor hablemos de cosas más agradables.

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El jardín de las cenizas


Con la presentación la semana pasada de la novela El jardín de las cenizas, la escritora panameña-nicaragüense, Gloria Guardia, completó su ciclo
histórico 'Maramargo' una exahustiva revisión de la historia de Panamá y Centroamérica, a la luz de la tensa y desigual relación con Estados Unidos, las luchas nacionalistas, la disección de una sociedad hipócrita y cortoplacista, sus conspiraciones y secretos pero también su heroísmo y sus ideales. El tema del Canal, los militares, la invasión, gravitan en torno a toda la serie. Guardia es una investigadora minuciosa, y ha tardado años en recopilar la información histórica de la que se sirvió para conformar este y los otros volúmenes de la serie. Como académica, tiene disciplina y rigor, además de una disposición hacia el perfeccionismo que hace que su obra sea muy sólida aunque a veces, pudiera parecer un poco falta de calidez y difícil de abordar para un público no cultivado o informado.

-ACP-

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Leonora


La muerte de la pintora y narradora surrealista británico.mexicana, Leonora Carrington el pasado 25 de mayo, a los 94 años y la coincidente aparición del libro-homenaje 'Leonora', de la escritora Elena Poniatowska parecen de aquellos acontecimientos agridulces que el azar o el destino permiten que sucedan. Poniatowska, amiga de Carrington, había publicado apenas unos meses atrás la biografía novelada de esta. No sospechaba que fuera a ser una suerte de testamento, que es en lo que finalmente se convirtió. 'La novia del viento', como la llamaba Max Ernst, uno de sus amores, fue una de las pocas mujeres que suscribió al movimiento surrealista, de Dalí, Joan Miró o André Bretón, y que evocaba en sus cuadros sus propias transgresiones de la realidad y sus creencias en lo esotérico, que anduvo por la Europa de la Segunda Guerra Mundial, huyendo y combatiendo al fascismo, y que encontró refugio final en el mágico México de Rivera y Frida, a quienes conoció. El tono infantil y a la vez transgresor de sus textos resulta muy interesante, a veces alucinado y potencia y explica más sus misteriosos, visionarios, grotescos y a veces graciosos cuadros geniales.

He aquí un texto de ella. (y los cuadros también son de ella)



El enamorado



Leonora Carrington


Paseando al anochecer por una callejuela, hurté un melón. El frutero, que estaba escondido detrás de sus frutas, me atrapó por el brazo: “Señorita, me dijo, hace cuarenta años que espero una ocasión como ésta. Cuarenta años que me la paso escondido detrás de esta pila de naranjas con la esperanza de que alguien me arrebate una fruta. Y le digo por qué: necesito hablar, necesito contar mi historia. Si usted no me escucha, la entregaré a la policía.”

“Le escucho”, dije yo.

Me tomó del brazo y me llevó al interior de su tienda entre frutas y legumbres. Pasamos por una puerta, al fondo, y llegamos a un cuarto. Había allí un lecho en el que hacía una mujer inmóvil y probablemente muerta. Me pareció que debía estar allí desde hacía mucho tiempo pues el lecho estaba todo cubierto de hierbas crecidas. “Lo riego todos lo días”, dijo el frutero con aire pensativo.

“En cuarenta años nunca he llegado a saber si estaba muerta o no. Nunca se ha movido, ni hablado, ni comido durante ese lapso; pero lo curioso es que sigue estando caliente. Si usted no me cree, mire”. Y entonces levantó un ángulo de la cobija, lo que me permitió ver muchos huevos y algunos polluelos recién nacidos. “Usted ve, es el modo que utilizo para incubar los huevos (también vendo huevos frescos)”.

Nos sentamos a cada lado del lecho y el frutero comenzó a hablar: “La quiero tanto, créame. La he querido siempre. Era tan dulce. Tenía unos piececitos ágiles y blancos. ¿Quiere usted verlos?” “No”, dije yo.

“En fin”, continuó diciendo con un profundo suspiro, “era tan hermosa. Yo tenía cabellos rubios, ella hermosos cabellos negros (ahora, los dos tenemos cabellos blancos). Su padre era un hombre extraordinario. Tenía una gran casa en el campo. Se dedicaba a coleccionar costillas de cordero. Por ese motivo llegamos a conocernos. Yo tengo una especialidad: sé desecar la carne con la mirada. El señor Pushfoot (ése era su nombre) oyó hablar de mí. Me invitó a su casa para desecar sus costillas a fin de que no se pudrieran. Agnes era su hija. Fue un amor a primera vista. Partimos juntos en barco por el Sena. Yo remaba. Agnes me hablaba así: “Te quiero tanto que vivo sólo para ti”. Y yo le decía lo mismo. Creo que es mi amor lo que la mantiene cálida; quizás está muerta, pero el calor persiste”. – “El año próximo”, prosiguió con la mirada perdida, “sembraré algunos tomates; no me asombraría que se desarrollaran bien allí dentro.” – “Caía la noche y no se me ocurría dónde pasar nuestra primera noche de bodas; Agnes se había vuelto pálida, muy pálida por la fatiga. Finalmente, apenas salimos de París, vi una cantina que daba sobre la orilla. Aseguré el barco y penetramos por la galería negra y siniestra. Había allí dos lobos y un zorro que se paseaban a nuestro alrededor. No había nadie más”.

“Llamé, llamé a la puerta que encerraba un terrible silencio. “Agnes está muy fatigada, Agnes está muy fatigada”, gritaba yo lo más fuerte que podía. Finalmente una vieja cabeza se asomó por la ventana y dijo: “No sé nada. Aquí el patrón es el zorro. Déjeme dormir: usted me fastidia.” Agnes se puso a llorar. No quedaba otro remedio: tenía que dirigirme al zorro. “¿Tiene usted camas?” le pregunté varias veces. No respondió nada: no sabía hablar. Y de nuevo la cabeza, más vieja que antes, que desciende suavemente desde la ventana, atada a un cordoncito: “Diríjase a los lobos; yo no soy el patrón aquí. Déjeme dormir, por favor”. Acabé por comprender que esa cabeza estaba loca y que no tenía sentido continuar. Agnes seguía llorando. Di varias vueltas alrededor de la casa y al fin pude abrir una ventana por la que entramos. Nos encontramos entonces en una cocina alta; sobre un gran horno enrojecido por el fuego había unas legumbres que se cocían solas y saltaban por sí mismas en el agua hirviendo; ese juego las divertía mucho. Comimos bien y después nos acostamos sobre el piso. Yo tenía a Agnes en mis brazos. No pudimos dormir ni un minuto. Esa terrible cocina contenía toda clase de cosas. Una enorme cantidad de ratas se había asomado al borde exterior de sus agujeros, y cantaban con vocecitas aflautadas y desagradables. Había olores inmundos que se inflaban y desinflaban uno tras otro, y corrientes de aire. Creo que fueron las corrientes de aire las que acabaron con mi pobre Agnes. Ya nunca más se recobró. Desde ese día habló cada vez menos”.

Y el frutero estaba tan cegado por las lágrimas que no tuve dificultad en escaparme con mi melón.



Tomado de “Antología de la poesía surrealista”. Aldo Pellegrini (Editorial Argonauta), Barcelona-Buenos Aires, 1981

Traducción de Aldo Pellegrini del libro de Leonora Carrington “La Dame Ovale” (1939, París)



viernes, 3 de junio de 2011

El sonido y la furia


Aristides Cajar Páez



Le robo el título al libro de Faulkner que a su vez lo robó de un verso de Macbeth, de Shakespeare para revalorizar su código (como dirían los semiólogos) y convertirlo en un pretexto para hablar de... música.

Dos noticias internacionales de esta semana que va pasando son de regocijo para el mundo de la canción y la palabra: el arribo a los 70 del entrañable Bob Dylan, poeta de la rebeldía  de los años 60, de una generación que intentó cambiar al mundo. Y el reciente premio Príncipe de Asturias de Letras (no de artes) al poeta, dramaturgo y cantautor canadiense Leonard Cohen. Dos fuerzas, dos estilos que influyeron y dieron forma a la música popular del último medio siglo a través de infinidad de artistas de los más diversos géneros que encontraron en ellos inspiración.

¿Qué sería de la vida sin música? Qué dura ha de ser la soledad de los que no pueden oir, desde el canto de un ave, hasta el estruendo de una banda de metales (o de Metal, hay para todos los gustos). Pues la música ha sido y es vehículo también para las palabras, desde los cantos tribales, comunales en Africa o las estepas de Eurasia, hasta los conciertos de las grandes estrellas del pop en los coliseos y teatros de las grandes capitales de occidente. Los juglares, los trovadores contaban las noticias de pueblo en pueblo al son de un tambor, un laúd, una guitarra o un acordeón y así nacieron sones y tradiciones que perviven hoy. La opera narra historias actuadas por cantantes líricos de potente voz, y el rap apuesta por la improvisación y las rimas simples para contar, con un ritmo sincopado, la vida dura y muchas veces violenta de los ghettos.

La figura del cantautor, desde hace medio siglo, ha acompañado buena parte de las luchas sociales y políticas de medio mundo y en especial de nuestra América. Fueron parte de la banda sonora de la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos. Poemas de Neruda o Machado, versos populares de trovadores anónimos, fueron todos montados sobre los acordes simples de la guitarra al sur del continente y en España. De la mano de la reivindicación de la música folclórica y autóctona, luego vendrían  la Nueva Canción, la Nueva Trova, muchos nombres recibió el movimiento que luego se fue transformando en muchas otras cosas (vino la salsa, el rock, el jazz, algunas formas de 'pop' no tan comercial, el neofolk, reggae, rap y siga enumerando) . Se trataba (y se trata) de cantar al amor, a la vida, por la justicia, recordar un hecho histórico, mítico, trágico o heróico, pero todo ello a través de textos bien pensados y sentidos, hechos con arte, no las cuatro frases predecibles y repetidas de los artistas Kleenex a los que el mercado nos fue acostumbrando. Hay mucha música disponible por ahí, pero ¿cuanta dice cosas interesantes, valiosas? ¿Cuánta con gracia, estilo, profundidad, sentimiento verdadero y no sentimentalismo bobalicón y lastimero? ¿Tiene usted su canción? ¿Su banda sonora? Me atrevo a dejarle aquí algunos enlaces de unas cuantas sugerencias (mías y de otros miembros del grupo) muy contemporáneas de artistas y canciones interesantes (porque este espíritu sigue vivo, pese a todo). Disfrútelas. Coméntelas. Hágame saber cual (es (son) la(s) suya (s).



La Llorona, versión de Lila Downs. Una intensa versión con arreglos muy contemporáneos de este clásico del repertorio mexicano en la voz de una artista única, que reivindica sus ancestros indígenas.

http://www.youtube.com/watch?v=iq3dJgUyM_c&feature=related

De dónde vengo yo. Choc Quib Town. Rap del Pacífico colombiano, mezcla de influencias folclóricas de la música negra de la población de esa etnia que se asienta en los departamentos del Valle, Chocó y el occidente antioqueño. Un ejemplo de un trabajo muy bien afinado para visibilizar las postergadas comunidades negras del país vecino. El grupo ya ha llegado a los Grammys.

http://www.youtube.com/watch?v=yMS4J6Gp6e4

Luchar por ella. Robi Draco Rosa. Nadie imaginaba que aquel niño boricua que cantaba en el grupo Menudo hace casii tres décadas se convertiría en esta especie de 'poeta maldito' del rock latino que igual que compone canciones para Ricky Martin se dispara de vez en cuando algunas joyas líricas. Una canción sobre deseos y principios de quienes quieren cambiar el mundo, o al menos no dejarse cambiar por él.

http://www.youtube.com/watch?v=8LJRiya6jXo

La Perla. Calle 13/Rubén Blades/La Chilanga. Una unión de fuerzas musicales produjo, ya hace un par de años este tema y vídeo que reivindica de manera festiva la vida de los barrios latinoamericanos, rap/salsa, en una pieza de poesía urbana impecable.

http://www.youtube.com/watch?v=LxdXfpyyFGg



Abusaré un poco del espacio y colaré un cuento mío, mientras llegan otras colaboraciones del grupo. Gracias por la paciencia y la atención. No olviden el camino. Y comenten, por favor.
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Narrativa

El violín



Aristides Cajar Páez

El viejo Enzo probó el instrumento una vez más. Buena tensión en las cuerdas. Afinación perfecta. Sonido impecable. Los dedos se deslizaban por el diapasón sin dificultad. Las notas fluían nítidas, precisas. Era bueno sin duda. Hizo una pausa y lo colocó sobre la mesa. Se sentó. Cerró los ojos un instante y se dijo a sí mísmo, en un susurro: ''¡magnífico!''. Se incorporó de nuevo, tomó el violín que acababa de construír y con paso solemne se dirigió a la terraza desde la que se dominaba la ciudad. Giró graciosamente en el aire la mano que sostenía el arco, se acomodó y entonces atacó el instrumento con pasión, con frenesí. Las notas resonaban en la inmensidad. Parecían llegar hasta más allá de los confines de la urbe. Abajo,en las calles, las gentes, que se veían diminutas, cesaron toda actividad. Parecían extasiadas con el sonido del violín. Entonces ocurrió. Una lluvia de ángeles ensordecidos empezó a caer. Las alas envueltas en llamas, las manos sobre las orejas, los rostros angustiados y las voces gimientes daban cuenta de la eficacia de la música.