"La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada": Gabriel García Márquez.
lunes, 27 de septiembre de 2010
El niño inesperado
José Arcia
Tenía diez meses de haber nacido cuando lo supo. Esa noche de primavera él se enteró de que su ex novia, de la que no sabía nada desde hacía 18 meses, había dado a luz a un niño. Al conocer la noticia, una mezcla de tristeza, nostalgia e inquietudes abrumaron el alma y el sentimiento de José Manuel.
Se enfrentaba a una realidad ante la que no sabía si llorar o reír.
La calle estaba poco iluminada y el semáforo en rojo. Un vendedor ambulante se acercó al auto y tocó el vidrio de la ventana en un intento de despertar el entusiasmo de una compra. En el interior del vehículo solo se escuchaba el inevitable ruido del motor. El estéreo estaba apagado. Ni una sola palabra. Adentro, los dos ocupantes tenían la mirada perdida, como sin horizonte y ambos estaban llenos de preguntas sin repuestas.
La confusión los había inundado. Él se empezaba a enterar de la existencia de un hijo que no vio nacer. Ella no le había dicho nada, hasta ahora. Mientras que en casa, el pequeño dormía. Pero no dormía como un niño normal: una sonda conectada a su abdomen le impedía moverse.
A los seis meses de nacido había sido operado para subsanarle una malformación gastroesofágica. Los médicos habían colocado la sonda para alimentarlo, en caso de que no lo pudiera hacer de manera natural. José Manuel se enteró de todo esa noche de primavera, cuando volvió a ver a su ex novia, que a partir de ese momento se convirtió para él en la madre de su hijo.
El niño había nacido justo cuando José Manuel vivía los momentos más felices de su vida hasta entonces, junto a la mujer que amaba. Pero el tiempo había pasado y se había llevado buena parte de esa felicidad. Para cuando se enteró de la existencia de la criatura, ese amor ya agonizaba.
Pero ya no importaba. Un amor terminaba y otro empezaba a nacer. Un amor que es el único que el ser humano puede garantizar que es perdurable, porque nace del alma y recorre las venas. Lo que la sabiduría popular denomina "sangre de tu sangre".
Era su hijo, que había llegado a su vida de manera sorpresiva y fuerte como las olas cuando chocan contra las rocas.
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¿Testimonio de paternidad o pura ficción? Si no fuera por la primavera (que puede ser para despistar) pensaría se trata de lo primero.
ResponderEliminarA veces uno tiene la imperiosa necesidad de contar algo que es personal e íntimo y muy significativo, pero tiene a la vez el suficiente y entendible pudor de no querer mostrarlo o mostrarse o abrirse completamente ante los demás. En esa tensión puede ser válido el ficcionalizar los hechos, maquillarlos, borrarles sus costados. Es una forma de plantear el 'problema' que nos consume desde una distancia controlada. Y compartirlo. Es también una forma de tender puentes desde nuestra vida hacia los otros sin necesariamente revelarlo todo, sin que pueda saberse a ciencia cierta donde termina la fábula y donde empieza la realidad. Es, al fin y al cabo, otro camino posible hacia la literatura.
ResponderEliminarFelicidades, Jose, por la valentía de lanzarte por fin al agua. Esperamos más.
Muy autobiográfico. Casi que el apartado de un ¿diario? Quien sabe.
ResponderEliminarAna Teresa
Donde brilla una intensidad íntima, una atmósfera tan real quedé con ganas de leer más. Tan rápido termina. Es un universo donde nos dejan ver solo un poco. En esta historia ¿qué más pasó con esas vidas ¿se mejoró el niño, cómo está hoy, cómo es la fascinante y complicada cotidianidad de la exnovia y el personaje? Las atracciones del pasado. Invito al autor a ilustrar a los lectores con una segunda parte.
ResponderEliminarEl niño inesperado...El niño que le cambió la vida
ResponderEliminarEs la expresión que sale del corazón!! Puede ser algo vivido o algo imaginado. Es un pedazo de la vida de alguien (¿o del autor?), pero que termina pronto, como plantea Mario. Queremos saber más!
ResponderEliminarsaludos.
Definitivamente más. Coincido.
ResponderEliminarSimplemente hermoso. No hay más palabras. Queremos más.
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