martes, 1 de febrero de 2011

Sustos







El miedo es una de las emociones más primitivas. No obedece a la razón. Se dispara como alerta para garantizar la supervivencia, pero al mismo tiempo nos puede paralizar. Sentimos miendo ante lo desconocido, ante lo que aun no logramos explicar, incluso si es absurdo o inverosímil. El cuento de José González nos habla sobre esa emoción. ¿Alguien más tiene sustos que contar?


Criatura


José González Pinilla

Primero se escucharon unos pasos suaves, aterradores. Varios perros de las casas vecinas empezaron a inquietarse mientras las pisadas tomaban cada vez más fuerza al filo de la medianoche. ¿Acaso era un maleficio? ¿Un espíritu con ganas de molestar? ¿Una de esas señoras brujas que vuelan toda la noche en busca de algún cobarde, como relataba la abuela? El espectro, a pesar de los ladridos, seguía allí, sobre nuestras cabezas, recorriendo el techo. Fue entonces que se tomó la decisión de enfrentarlo, armados con una linterna y varias escobas. El ruido se trasladó hacia la parte frontal de la casa. Corrimos hacia allá, cual valientes, pero con las piernas temblando de miedo. De pronto se reveló ante nosotros, con la luz de la linterna golpeando su cara. Bernardino, un tío que había venido del interior hace dos días, lo derribó de un solo golpe con una vara de bambú que encontró en el patio. La criatura cayó aturdida al suelo, pero de inmediato se levantó y quedó en dos patas mostrando sus garras filosas y dientes puntiagudos. Amagó varias veces. Nadie en ese momento sabía quien tenía más miedo: si nosotros o la bestia, que así como llegó, con la noche cómplice, se esfumó tras saltar la cerca.

2 comentarios:

  1. Muy interesante José. Me gustó tu pequeña historia. Esos pequeños especímenes sacan nuestros más profundos miedos, aunque sean pequeños, sacan todo lo que llevamos dentro. Espero que salgan más cuentos de ustedes chicos de La Cueva.

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  2. Es cierto esto de que uno siempre se imagina alguna bruja caminando en los techos, ¿verdad? Las más de las veces son gatos; alguna vez, un ladrón... pero cuando oigo traquear las hojas de zinc en las noches y los perros ladran, sí, el miedo me invade.

    Ana Teresa

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