Aristides Cajar Páez
Le robo el título al libro de Faulkner que a su vez lo robó de un verso de Macbeth, de Shakespeare para revalorizar su código (como dirían los semiólogos) y convertirlo en un pretexto para hablar de... música.

¿Qué sería de la vida sin música? Qué dura ha de ser la soledad de los que no pueden oir, desde el canto de un ave, hasta el estruendo de una banda de metales (o de Metal, hay para todos los gustos). Pues la música ha sido y es vehículo también para las palabras, desde los cantos tribales, comunales en Africa o las estepas de Eurasia, hasta los conciertos de las grandes estrellas del pop en los coliseos y teatros de las grandes capitales de occidente. Los juglares, los trovadores contaban las noticias de pueblo en pueblo al son de un tambor, un laúd, una guitarra o un acordeón y así nacieron sones y tradiciones que perviven hoy. La opera narra historias actuadas por cantantes líricos de potente voz, y el rap apuesta por la improvisación y las rimas simples para contar, con un ritmo sincopado, la vida dura y muchas veces violenta de los ghettos.
La figura del cantautor, desde hace medio siglo, ha acompañado buena parte de las luchas sociales y políticas de medio mundo y en especial de nuestra América. Fueron parte de la banda sonora de la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos. Poemas de Neruda o Machado, versos populares de trovadores anónimos, fueron todos montados sobre los acordes simples de la guitarra al sur del continente y en España. De la mano de la reivindicación de la música folclórica y autóctona, luego vendrían la Nueva Canción, la Nueva Trova, muchos nombres recibió el movimiento que luego se fue transformando en muchas otras cosas (vino la salsa, el rock, el jazz, algunas formas de 'pop' no tan comercial, el neofolk, reggae, rap y siga enumerando) . Se trataba (y se trata) de cantar al amor, a la vida, por la justicia, recordar un hecho histórico, mítico, trágico o heróico, pero todo ello a través de textos bien pensados y sentidos, hechos con arte, no las cuatro frases predecibles y repetidas de los artistas Kleenex a los que el mercado nos fue acostumbrando. Hay mucha música disponible por ahí, pero ¿cuanta dice cosas interesantes, valiosas? ¿Cuánta con gracia, estilo, profundidad, sentimiento verdadero y no sentimentalismo bobalicón y lastimero? ¿Tiene usted su canción? ¿Su banda sonora? Me atrevo a dejarle aquí algunos enlaces de unas cuantas sugerencias (mías y de otros miembros del grupo) muy contemporáneas de artistas y canciones interesantes (porque este espíritu sigue vivo, pese a todo). Disfrútelas. Coméntelas. Hágame saber cual (es (son) la(s) suya (s).
La Llorona, versión de Lila Downs. Una intensa versión con arreglos muy contemporáneos de este clásico del repertorio mexicano en la voz de una artista única, que reivindica sus ancestros indígenas.
http://www.youtube.com/watch?v=iq3dJgUyM_c&feature=related
De dónde vengo yo. Choc Quib Town. Rap del Pacífico colombiano, mezcla de influencias folclóricas de la música negra de la población de esa etnia que se asienta en los departamentos del Valle, Chocó y el occidente antioqueño. Un ejemplo de un trabajo muy bien afinado para visibilizar las postergadas comunidades negras del país vecino. El grupo ya ha llegado a los Grammys.
http://www.youtube.com/watch?v=yMS4J6Gp6e4
Luchar por ella. Robi Draco Rosa. Nadie imaginaba que aquel niño boricua que cantaba en el grupo Menudo hace casii tres décadas se convertiría en esta especie de 'poeta maldito' del rock latino que igual que compone canciones para Ricky Martin se dispara de vez en cuando algunas joyas líricas. Una canción sobre deseos y principios de quienes quieren cambiar el mundo, o al menos no dejarse cambiar por él.
http://www.youtube.com/watch?v=8LJRiya6jXo
La Perla. Calle 13/Rubén Blades/La Chilanga. Una unión de fuerzas musicales produjo, ya hace un par de años este tema y vídeo que reivindica de manera festiva la vida de los barrios latinoamericanos, rap/salsa, en una pieza de poesía urbana impecable.
http://www.youtube.com/watch?v=LxdXfpyyFGg
Abusaré un poco del espacio y colaré un cuento mío, mientras llegan otras colaboraciones del grupo. Gracias por la paciencia y la atención. No olviden el camino. Y comenten, por favor.
...
Narrativa
El violín
Aristides Cajar Páez

¿La música puede herirnos así el alma? Claro, sí. Aunque nos encante.
ResponderEliminarAna Teresa
La música alegra el corazón, despierta recuerdos, calma la tristeza y, por supuesto Ana, lesiona el alma. Bien compañero Aristides.
ResponderEliminarMusica: poesia melodica! Alimenta el Alma o mata el espiritu!! Todo depende del cristal con que se mire!!
ResponderEliminarMe gustan las nuevas historias de La Cueva. Que delicia leerlas.
ResponderEliminarFelicidades a la Cueva por el regreso a la vida virtual!!!
ResponderEliminar