domingo, 4 de abril de 2010

Por el amor a la escritura

Vianey Milagros Castrellón

Dicen que en la vida todos debemos sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Confieso con todo orgullo ecológico que he sembrado una decena de árboles y no con menos orgullo, admito que trabajo fuertemente con mi pareja en lo segundo, pero en lo que respecta al tercer propósito de vida, apenas doy mis primeros pasos.

Desde hace tiempo había oído hablar del Diplomado Literario que cada año se dicta en la Universidad Tecnológica de Panamá, había coqueteado con la idea de estudiarlo algún día, pero nunca me lo había tomado en serio. El año pasado participé en un Taller de Novela con el escritor y ganador del Premio Ricardo Miró, Ariel Barría, quien además es uno de los profesores del diplomado. Para hacer el cuento corto, con el profesor Barría obtuve toda la información necesaria para inscribirme y al momento de escribir estas líneas, me encuentro en la mitad del curso.

El que diga que en Panamá no existe hambre de cultura, solo debe darse una vuelta por el diplomado. Los alumnos provienen de las profesiones más diversas, hay ingenieros, abogados, empresarios, médicos, quienes en teoría deberían restringir su amor a las matemáticas y a las ciencias, pero que son capaces de recitar un poema de Dimas Lidio Pitty con una pasión inequívoca.

Pero lo que más me ha sorprendido –de forma positiva– es la juventud de mis compañeros de clases. Hay niños de apenas 18 años que escriben una poesía que te llega y que se leen libros de 600 páginas que más de un adulto ni siquiera se molestaría en mirar. Muchos de ellos, que están actualmente en la universidad, claman porque el diplomado se transforme en una licenciatura o en una maestría. En su ingenua juventud, no entienden cómo para obtener un título universitario reconocido en el arte de la escritura hay que ir a otro país. Yo ya no soy tan joven como ellos, pero tampoco entiendo por qué y me uno a su clamor porque alguien con visión eleve diplomados como estos a una profesión tan reconocida como la biología o la economía.

Afortunadamente, a los alumnos del diplomado de este año, la falta de un título más formal no nos disminuye el entusiasmo. Desde ya puedo reconocer a los compañeros que seguramente dentro de un par de años publicarán sus libros. Son los mismos que estas últimas cinco semanas han compartido generosamente sus poemas dedicados a sus amados y sus cuentos que hablan de mundos mágicos de princesas. Son los mismos que han criticado objetivamente mis escritos que habían permanecido hasta ahora restringidos al disco duro de mi Mac, con la única intención de ayudarme a mejorarlos. Son mis compañeros de diplomado y los futuros escritores de este país.

2 comentarios:

  1. Estimados amigos. Muy buena iniciativa. Les recomiendo que hagan una presentación. Quienes son y qué buscan.
    El aporte de la articulista Castrellon se ve interesante pero le recomiendo que no utilice frases clichés como "el arbol, el hijo,....". Ojalá que el ganador del Miró se lo diga. En Panamá hay hambre de cultura pero espero por el bien del futuro que no se limite a poemas de Dimas Lidio Pitty. No estoy tan ansioso de esperar esos libros que se publicarán en dos años de poemas "dedicados a sus amados y sus cuentos que hablan de mundos mágicos de princesas". Esos futuros escritores no debieran olvidar la profundidad del ser nacional, la riqueza de la idiosincracia local, la complejidad del espíritu, los problemas existenciales del hombre contemporáneo y la crítica a nuestra realidad. Con fraterno estusiasmo Michael Arias.

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