Eliana Morales Gil
emorales@lacuevadelalcaravan.com
El colmo fue ver el mar de gente vestida de rojo en cada esquina de la ciudad. Yo que ese domingo no pude salir de mi casa porque la lluvia no me lo permitió, entonces me tocó verlo por televisión. Como en todos los otros días del mundial, los noticieros locales pasaban cada 5 minutos un despacho "en directo" de la fiesta futbolística en Bennigans, en la Taberna 21 y en Grill 50, por mencionar algunos. Una televisora incluso transmitió imágenes de un tal estadio Balboa, donde la gente se creía más española que la sangría y El Quijote, pero nunca se supo dónde era.
No lo entiendo. De la noche a la mañana a la selección de España le salieron más seguidores, y éstos aumentaron cuando derrotó a Holanda. La fiesta en las calles era similar a cuando Saladino llegó a Panamá bañado en oro, luego de haber participado en los Juegos Olímpicos de Beijing.
Entiendo mucho menos que el día en que Uruguay jugó con Alemania por el tercer lugar, la gente se uniera en masa para apoyar al equipo europeo. Se les olvidó que Uruguay es un país que aunque está bien al sur del continente, lo tenemos mucho más cerca que Alemania, que hablamos el mismo idioma y que tenemos más cosas en común con los uruguayos que con los alemanes. Leo fue uno de esos: era fanático de Alemania de los que ponía bandera y todo en su BlackBerry.
En esto se reflejó, una vez más, esa vieja costumbre humana de acomodarnos siempre del lado del grande y poderoso. Es como en la política. Apenas un nuevo gobernante toma las riendas de un país, la mayoría renuncia a su antiguo partido para sumarse al del ganador.
LOS BLACKBERRY
Este mundial que acabó lo recordaré además por ser el mundial de los BlackBerry. Quisiera saber quién se inventaba esos chistes que le sacaban la tabla al equipo perdedor y que se distribuían a solo segundos de que se terminara el partido. Supongo que tras eso había un grupo de personas que preparaba los cuentitos antes de que el partido comenzara y luego los reenviaban cuando el juego terminara.
Lo cierto es que eran globales, porque recibí chistes futboleros hasta desde Colombia. El que más me impactó fue el último que hicieron sobre el pulpo adivino, el tal Paul. El chiste fue tropicalizado y al final resultó otro insulto más para nuestro flamante alcalde Bosco Vallarino. Toda esta "pulpomanía" terminó por opacar a la mascota del mundial que, entre otras cosas, ¿cómo se llamaba?. Los periódicos olvidaron escribir sobre ella y a los comentaristas de televisión nunca les escuché mencionarla.
Pero lo más ridículo del asunto es que aquí en Panamá inventaron que un oso hormiguero también era adivino y un periódico fue al Summit para hacerle fotos y una crónica completa al pequeño animal. El hormiguero, ansioso de fama y fortuna, también predijo que España ganaría. Le dije a mi familia que me llevara donde el hormiguero a ver si me decía qué saldría en la lotería del domingo, pero no tuve suerte con el ánfora de la fortuna.
LOS RESTAURANTES
Los restaurantes también vivieron sus días de gloria. Tratar de comer en un restaurante popular en un día de partido era como pretender que Martinelli o Papadimitriu te respondan el celular (Ojo, en campaña sí las devolvían ligerito). A mí como me daba igual quien jugara -ni Colombia ni Panamá estaban en Sudáfrica-, un día le dije a Juancho: vamos a almorzar a Portogalo. Pa colmo fuimos a la 1:00 p.m. y no sabíamos que a la 1:30 p.m. jugaban España y Portugal. Apenas entramos, saludamos al mesero que usualmente nos atiende y este nos miró por encima del hombro y, con voz de hombre importante nos preguntó: ¿Reservaron?. Por supuesto, no lo habíamos hecho. Entonces él nos dijo que no había mesa. Yo de pendeja le insistí: ¿Seguro? ¿No tendrás algo libre?. "Sí, afuera". Juancho y yo muy juiciosos, y casi regañados, nos sentamos afuera en una mesa que si llovía le caía todo el agua. Y preciso: llovió.
Esperamos 10 minutos a que llegaran a tomarnos el pedido. Después otros 10 más, otros 10 más, cinco minutos más y nunca llegó. Con el rabo entre las piernas (y el hocico partio) nos fuimos a comer al restaurante de al lado. Y ese día algo aprendimos: nunca pretendas ir a un restaurante cuando éste pasa por su minuto de dicha.
Ayer pasé por Portogalo y afuera estaba ese mesero. Me sonrió y coquetamenete me dijo con la mirada "venga a comer aquí". Pero yo con pasos ligeros y dándomelas de mujer importante, lo ignoré en el acto. La venganza es dulce.
Otra cosa que me pareció absurda fue que un grupo de mujeres trasnochadas y con aires de divas se inventaran un programa de televisión dizque para hablar del mundial. Se buscaron uniformes de los principales equipos de fútbol, se tomaron fotos embadurnadas de maquillaje y se lanzaron al ruedo. Fue más absurdo aún que Mi Diario, y los demás tabloides, les siguieran el juego publicándoles posters de cuerpo completo, en donde salían con poses de reina de barrio y creyéndose las más lindas del patio. Era para morirse de la risa. Cual sorpresa me llevé cuando un día abrí Mi Diario y me encuentro con un gran afiche de una comentarista de radio, que de bonita no tiene ni la voz, y que ya raya en los 40 años, y que siempre se ha creido linda y chic. "Qué tipa más fea", creo que fue lo que dijo José González, esa mañana cuando veíamos el periódico. Y de las otras mejor ni hablo.
Pero bueno, aunque de fútbol sé lo que podría saber José Muñoz de leyes, me dio un poco de nostalgia que se acabara el mundial. Con Elizabeth me propuse ahorrar para ir a Brasil en 2014. Aunque no veamos mucho fútbol, si hay mucho que ver en Ipanema y Copacabana, se los aseguro.
Esperon que se les cumpla el sueño, o la meta, para ir a Brasil!!! ole.
ResponderEliminarUn abordaje distinto, un testimonio personal, vívido de un evento que a nadie dejó indiferente y que habla mucho de nosotros como sociedad.
ResponderEliminarEn mi puesto, desde el 11 de junio, siempre estuvo la bandera de España. Creo que vale la pena reconocer el buen papel que realizó la selección alemana.
ResponderEliminarNo les voy a dejar entrar mas a mi restaurante.
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