Ana Teresa Benjamín
Alma Guillermoprieto es una relatora de experiencias. Así la veo yo, tras compartir con ella -y con otros 11 periodistas de Latinoamérica- una semana en la que se conversó no sólo sobre qué es la crónica y cómo escribirla, sino también sobre los dilemas éticos que enfrentamos diariamente los periodistas.
Al taller de crónica había que llegar con tres ideas de temas para desarrollar durante la semana que pasaríamos en Cartagena. Luego de que cada uno presentó su propuesta con sus argumentos, el grupo votó por la que le parecía más factible (por el tiempo del que dispondríamos), por la más interesante (por las posibilidades de escribirla como crónica) y por la más emotiva.
¿Por qué emotiva? Porque para que un tema se convierta en crónica debe despertar sentimientos y remover emociones, principalmente del que la investiga y escribe. Esto es así porque si se hace un tema desde la frialdad de la objetividad, es muy probable que así de fría resultará la historia y, en consecuencia, no le mueva ni un vello al lector.
Como puede verse, desde un principio se planteó el viejo tema profesional de la "objetividad". De hecho, Alma nos dijo desde el principio que no hay que temer involucrarse en la historia y dejarse guiar por lo que nos hace palpitar, porque esas mismas cosas enriquecerán nuestro texto y serán ganchos cautivadores para su lectura. Claro, esto no significa que hay que dejar de lado los hechos ni dejar de brindar información. No se trata de convertirse uno mismo en la historia ni en manipularla, sino saber y aceptar que es perfectamente bueno que uno viva la historia, encuentre los detalles, busque las palabras para describir la experiencia y plasmarla con todo ese calor en el papel. El resultado, pues, será una crónica.
Sin embargo, Alma resaltó que no es lo mismo una "nota de color" que una "crónica". Si bien la "nota de color" busca detalles y los "reproduce", se queda en la superficie; en la mera descripción. La crónica entrelaza todo con la información y la emoción. La "nota de color", entonces, es mucho más ligera y no hace impacto. Tiempo después pasará al olvido. La crónica queda de referencia.
Alma hizo hincapié en la capacidad de observación. Algo así como el detective que es capaz de estar en un cuarto, cerrar los ojos y hacer una lista de los objetos que había allí.
Por otra parte, también se dijo que describir no significa hacer un análisis sicológico de la persona o de la situación. Se trata de ver y ser capaz de construir una imagen que pinte en toda su dimensión el lugar o la persona, de forma que el lector pueda hacerse una figura bastante apegada a lo que nosotros tratamos de describirle. Hay, pues, que estimular imágenes visuales.
También se discutió sobre la posibilidad de utilizar la primera persona en las crónicas. No para convertirnos en héroes ni protagonistas, sino para acercarse al lector. Funciona bien, por ejemplo, cuando uno se burla de sí mismo a través del miedo o del ridículo. Alma desechó, sin embargo, la vieja fórmula de "En entrevista exclusiva a este diario" o "según lo dicho a La Prensa", porque además de ser anticuada no tiene personalidad. Es decir, La Prensa o el diario no son nadie. Entonces, no es primera persona.
¿De qué más discutimos? Pues de la realidad absoluta de que nuestros entrevistados son víctimas. Los buscamos para obtener de ellos algo y por ello es frecuente que los pobres sean nuestras "víctimas" favoritas. Son personas sin poder, que no entienden muy bien nuestro oficio, que hablan con nosotros sin malicia y de quienes escribimos sin pensar muy bien si le causaremos daño. El daño casi siempre puede ser moral, aunque a nosotros nos quede de maravilla para nuestra historia.
Por ejemplo, una de las compañeras estaba haciendo una historia sobre los desplazados colombianos que no tienen acceso a los servicios de salud. Se encontró a un hombre cuyo hijo había muerto precisamente por una mala atención y, mientras lo contaba, dijo: "Tengo la historia perfecta". Es decir, mientras más tragedia, mejor para nosotros. Aunque es una realidad innegable en el ejercicio de nuestra profesión, siempre debemos tener presente el poder de nuestra palabra; el daño que podríamos ocasionar. No se trata de censurarse sino de preguntarse todos los días cuándo un dato es realmente importante o cuándo sólo se trata de un hecho cebollero que no aporta nada y perjudica.
El truco, dijo Alma, es no dejar de preguntarse nunca estos dilemas
(Texto resumen de las experiencias de la autora durante un seminario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en Cartagena, Colombia, en 2006).
Simplemente estupendo. Un didáctico y poderoso artículo que sintetiza a la vez que impulsa a la escritura de este especial género del periodismo, escaso en las páginas de los periódicos nacionales.
ResponderEliminarQuizás pudiera polemizar con el uso de la primera persona (no soy partidario de su uso) o que no solo de imágenes visuales. Creo que uno como periodista debe percibir con los otros sentidos y transmitir también olores, sonidos y texturas. Pero en esencia me identifico mucho con este escrito. Me alegra que esté en un lugar prioritario de La Cueva.
Lo más interesante de todo es que ayuda a despejar esos fantasmas que aun rondan en el periodismo. Las técnicas que se plantean para escribir crónica son perfectamente aplicables para otros generos periodístico. Cuando el periodista se convierte en fuente y es capaz de ofrecer información pura y verídica a los lectores no hay necesidad de recurrir a los cansados verbos dijo, informó, recalcó... y se abre el espacio para la descripción.
ResponderEliminarEn mi relación de amor-odio con el periodismo encuentro en lo que cuenta Ana que dice Alma una suerte de reivindicación: primero, la reivindicación del involucramiento de la emoción para contar historias. No se puede contar bien lo que no se siente. Segundo, la primera persona en la crónica: a diferencia de los géneros estríctamente informativos, donde lo urgente prima sobre lo importante y hay que ser impersonal, aquí ofrecemos al lector, ante todo una experiencia propia, nuestra propia, voz, lo que vimos, sentimos u olimos, una experiencia intransferible ¿Por qué entonces no ser honestos y decir "esto yo lo ví, yo lo vivi?" Al lector le gusta, da cercanía y lo invita a implicarse, a sentir al otro que le cuenta cosas.
ResponderEliminarLas fuentes como víctimas: muchas veces lo son, sobre todo cuando carecen de poder. No los beneficiamos en nada, no los ayudamos, no les cambiamos la vida, pero tenemos una linda nota que hasta premios gana. ¿No sentimos cierto vértigo? Humanidad, honestidad y libertad es la invitación que yo encuentro en este excelente aporte.
Escribir en primera persona es importante, solo hay que evaluar el momento en que podemos usarla. A proposito,Debemos empezar un movimiento de periodistas cronistas en Panamá
ResponderEliminarMe parece válido lo del movimiento de cronistas, sin embargo me resisto a la primera persona. He leído crónicas en primera persona excelentes. Las disfruto. Pero creo dos cosas: 1) Usar el "yo" es entrar al testimonio personal, que cualquiera puede hacer. 2) El periodismo tiene sus coordenadas que le son propias 3) Es motivador transportar al lector, describir, contarle sin decirle un "yo". Lo veo como un reto, y lo contrario, lo veo como más fácil. Tal vez me equivoque.
ResponderEliminarYo prefiero no usar la primera persona. No de forma tan evidente, quiero decir... Porque pienso que cuando se escribe una crónica, inevitablemente está una ahí en medio. Es que, como Alma Guillermoprieto nos dijo aquella vez, cuando estás reuniendo material para la crónica debes usar los sentidos y observas colores y formas; escuchas llantos, tonos de voz, música, ruido ambiental; hueles las aguas servidas, la comida, el talco de bebé... Para describir cómo es una superficie tienes que tocarla, para poder diferenciarla... Incluso el silencio es poderoso, así como el sonido de la brisa. Cualquier cosa que te sirva para darle ambiente a una escena que quieres recrear...
ResponderEliminarEntonces tu mezclas todo esto con información y hechos y tienes tu crónica, y la "primera persona" se nota en el resultado de tu trabajo.
Ana B.
Lo bonito de esto es que cuando una historia buena está bien contada no importa cuantas veces nos metamos en la historia (primera persona). Cada quien tiene un estilo, y eso lo hace rico...
ResponderEliminarPor cierto, para aclarar, el primer José no soy yo..
ResponderEliminarMe gusta lo que dice José G. Pero insisto en defender la validez del uso de la primera persona en los textos de crónica, como una de muchas posibilildades expresivas a las que tienen derecho tanto el autor como los lectores en este particularísimo género periodístico que tiene un pie y la mitad del otro en el terreno de la literatura.
ResponderEliminarPasa que lgunos queremos ser libres.