viernes, 16 de abril de 2010

El condominio

Mario Andrés Muñoz

Fuimos piadosos y generosos con la criatura desde el primer momento. Ejercimos nuestra bondad apenas el vecino de la 4Runner se lo encontró. Tal vez fue que a pesar de estar sucio y maloliente parecía que sonreía. Tenía una cicatriz en un extremo de la boca que daba esa impresión. Decidimos cederle el espacio de cemento donde poníamos los nuevos tinacos de basura. Era un cuadrante cómodo donde él escogió para dormir. Le cedimos ese espacio y dejamos que nuestros tinacos se estropearan a la intemperie. Fuimos así de solidarios porque un vecino, el del BMW negro, se dio cuenta que no rompía las bolsas de basura como los gatos. Sino que las abría con todo cuidado. El se sabía comportar. No emitía sonido alguno. Se perdía durante el día en sus vagabunderías por la ciudad y regresaba por las noches. Nuestros niños no tenían que ver las escoraciones de su piel, su melena revuelta y su expresión amarga. Era ya parte del vecindario. Nosotros por supuesto en Navidad le dábamos su cena como corresponde. El conserje del edificio nos contaba que disfrutaba mucho ese día especial. ¿Por qué será que siempre algo rompe la armonía?. La primera ropa usada, algún par de zapatos viejos o comida sobrante, todo terminaba donde él y él, a cambio, no nos molestaba gran cosa. Pero no. Siempre hay algo que rompe el orden de las cosas. Fue la señora de la 1-A, la de la Prado Rojo la que se dio cuenta que había crecido demasiado, al punto que con sus talones había roído la pared de cemento. Nos indignamos porque la pintura es cara , qué decir del cemento y de la mano de obra. Enseguida la Junta Directiva convocó a una Asamblea General, y por unanimidad se decidió sacar a la dañina criatura. Nos organizamos tan bien que fue un gusto. Reparamos el daño y pusimos una sólida cadena para que no vuelva jamás nadie a afectar nuestra pared. Somos generosos pero nos gusta la ley y el respeto a la propiedad privada. Es algo que cualquiera puede entender. Hoy nos acordamos de él por los molestos gatos que en estos días de lluvia merodean hambrientos nuestros relucientes tinacos. Estos animales riegan las basura, no como a ese muchacho al que durante años le dimos una generosa acogida.

8 comentarios:

  1. El cuento de Mario nos fue útil para un interesante debate en el club del lectura, el pasado viernes en la noche. Lo malo que el autor de esa pieza literaria no asistió para despejarnos algunas dudas.

    J.G.P

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  2. Me gustó mucho. Sobre todo porque el autor juega con los lectores a que adivienen si es un humano o un animal. Además es divertido y está bien escrito.

    Bien Mario Andrés.

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  3. Todavía no logro descifrar si es un animal o un ser humano.
    ¿Qué es?

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  4. La capacidad de sorprender y de valorar a algo o alguien por su rol o por su aporte a una organización trasciende en nuestros prejuicios y nuestros aires de seres superiores, sin embargo cuando ya no está cuanto valor le damos, pero no somos capaces de bajar de nuestra nube y humildemente dar unas caricias sinceras e invitar a recuperar esa armonía.
    Felicitaciones, el talento en la semántica y el saber tocar la fibra humana se mantiene.
    Un abrazo.
    Rodrigo M.

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  5. Gracias Eliana y José: Parte del juego era no dejarlo claro y que el lector decidiera. Como sociedad a veces caemos en el error de no hacer esa distinción.
    Me perdí la oportunidad de escuchar y compartir. Salí muy tarde del trabajo.
    Mario Andrés

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  6. Un retrato descarnado de nuestra mala conciencia. Buen manejo de la ambigüedad (tienes una 'a' de más al final, Mario)Saludos.

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  7. Es una buena descripción en la que se aprecian los prejuicios de la sociedad en la que muchas personas no distinguen entre un ser humano y un animal. Prejuicios que tal vez radiquen en que se ha evolucionado tanto hasta el punto de creer que pertenecen a una nueva especie, una especie superior.

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