miércoles, 21 de julio de 2010

Sobresalto

José González Pinilla

Pisé fuerte el freno. Pero no respondió, no daba señales de vida. Una y otra vez lo intenté, pero nada. Mi pie se fue hasta el fondo en vano, sin poder frenar. Estaba a pocos metros de la intersección, a escasos segundos de estrellarme, de hacer ¡boom! Me vi dando vueltas, con el timón pegado a mi cuerpo, con la cabeza en el techo. Escuché el metal retorciéndose, el parabrisas explotar en miles de pedacitos. Ese día, la avenida estaba vacía, casi solitaria. Es una vía peligrosa, sí. Es la calle de la muerte. Es empinada, amplia, de concreto. Una montaña rusa. Para los desprevenidos podría significar un abismo, claro, con fondo, una vez sientan el ‘tanganazo’. No se sabe con certeza cuántos han caído allí. Ni cuántos han salido en brazos, ni cuántos pueden contar su experiencia. En ambos lados hay casas bonitas, lujosas. Arbustos y palmeras decoran las orillas. Es un área residencial que poco a poco ha sido invadida por algunos comercios. De pronto desperté de ese trance, de esa especie de sueño (o pesadilla) que duró segundos. Me vi nuevamente sobre la avenida, bajando a toda velocidad, a pocos metros de la bocacalle. Tiré entonces fuerte del freno de mano. Fue una reacción casi por instinto, pero debía hacerlo. Con la mano izquierda controlé el timón. Luego hubo humo. Y después silencio. Un fuerte olor a llanta quemada invadió el lugar. Un señor saltó a ver qué ocurrió. Una doña miraba desde el portal. El corazón me brincaba en la garganta. Las manos me sudaban. El motor quedó en pausa, en silencio. Miré hacia afuera y la calle seguía vacía. Respiré hondo, volví a encenderlo, y pisé fuerte el acelerador. Atrás dejé la calle de la muerte, para jamás volver.

4 comentarios:

  1. Disfruté la lectura y de verdad pensé que se trababa de un accidente. Me sorprendió el final. Muy bien.

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  2. Uno se identifica rápidamente con la anécdota y con los propios temores que ocasiona manejar.

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  3. hola mi amigo! cordial saludo ^ ^!
    su blog se ve bonita 0_0

    Por cierto,
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    Atentamente,

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  4. No quiero imaginarme en una situación similar. Sí que es difícil saber todo lo que puede pasar por la mente antes de morir o sufrir un accidente.

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